Combinar el vestido con la camisa, el pantalón con las medias y los zapatos, escoger la corbata adecuada, eran tareas que, con los años, se te habían vuelto fáciles, rutinarias. Hacer deliciosos platillos, poner la casa reluciente y cuidar a los niños, para eso estabas, eras una buena esposa.
¿Para eso estabas? Pienso.
Todavía me pregunto qué hubiera pasado si en
vez de agarrar a los niños pequeños para saltar al abismo, te hubieras quedado.
Huiste sin mirar atrás de una vida gris, llena de ausencias e indiferencia.
Joven, bella, con todos los sueños por cumplir, te costaba respirar, te costaba
vivir así.
Diecisiete años después, me miro en el espejo, y tú ya
no estás. Tengo el cuerpo cubierto de tatuajes, he gobernado mi vida como se me
ha dado la gana, he envejecido, tengo una carrera...soy lo que siempre soñaste; mis hijos son dos
adultos fabulosos, (si los vieras te sentirías orgullosa), pero ya no estás porque tuve que matarte.