viernes, 4 de agosto de 2023

Ansiedad...

 


Fue inevitable. Mi amiga hablaba sin parar, no podía esperar para contarnos los detalles de aquel hermoso hombre que había conocido. Las otras chicas la rodearon curiosas, con ganas de saber más, preguntando pormenores y detalles del encuentro. Y yo empecé a tener un ataque de pánico. El corazón se me quería salir del pecho, la respiración se me entrecortaba y ella seguía con su relato viváz, hermosa, ilusionada. Los ojos grandes y redondos de mi mejor amiga se habían clavaron en mi y me sentí descubierta.

 Finalmente me animé y grité con la mano en el pecho (como queriendo contener el corazón): !no, tengo miedo!

Una docena de ojos dejaron de parpadear por unos segundos, luego, las carcajadas... 

Mi amiga se acercó a mi oído y me dijo muy seria: ¡eso no te puede volver a pasar! 






Maldita sea!!

Hay dias en los que no puedo dejar de maldecir. Y eso que una de mis mejores amigas es cristiana y pega el brinco cada vez que maldigo... ella jura que me va a llevar por los caminos del señor. Pero...na!, no creo. 
Igual, mi tema con Dios es algo que no discuto con nadie, o por lo menos ya me vale hongo si creen que ando por el camino del mal o si tengo salvación todavía, y ella lo sabe. Lo cierto, es que me encanta maldecir, por alguna razón, que conozco bien pero me da una aburrición mencionar, quiero madrear al mundo entero.
y es que acaso, qué tiene de malo que me quiera acostar en posición fetal un domingo por la tarde, quiero estar sola, quiero berriar como china chiquita y despues lavarme la cara y dejar salir un suspiro hondo, de esos que dicen los siquiatras, homeópatas y profesores de yoga, que son buenos para el alma... Sale mala energía y entra buena energía... sí, de esos...
Pero es que ni tiempo tengo, entonces no me queda de otra que decir: maldita sea!!
sí, tengo una rabiecita de aquellas que solo sale con el sujeto en cuestión. Pero es que el desgraciado no merece tanta rabia y eso me da rabia. Al fin y al cabo no soy yo sino él... ¡claro que soy yo!... si estaré vieja para ese cuento. Claro que soy yo. O mejor, no soy. No soy la ideal, no soy tan linda, no soy tan apropiada, no soy tan genial, no soy tan joven... en fin. Y en medio de tanta mezcolanza de sentimientos, me siento a espera a ver si vuelve nada más para decirle que no... Y el desgraciado no llega... Maldita sea!!

(escrito en 2010)

El que oculta el desamor debería ser castigado!


Esta mezcla de sentimientos me está enloqueciendo. Tal parece que con el tiempo nos volvemos más vulnerables y esto realmente contraría toda lógica. Se supone, que lo que no nos mata nos hace más fuertes, o que la experiencia adquirida en cada caída es suficiente para no volver a caer. Pero nada más alejado de la realidad. Se vuelve a caer y yo soy el vivo ejemplo.
Y la verdad no me quejo. Hacía bastante tiempo que no me sentía tan viva, adolorida, pero viva. Nada mejor que un dolor difícil de ubicar para que el cuerpo empiece a hacer algo más que respirar y palpitar.
Lo que sucede es que cuando el dolor se prolonga más de la cuenta pierde todo sentido.
Así me veo, con un dolor sin sentido, sin dueño, sin forma, sin rostro.
Y es que el motivo de mis dolores es alguien distante, que dejó de ser, que cambió, o quizás que reveló su verdadero rostro. Ya no sé.
Lo único de lo cual tengo certeza es que no puedo seguir cayendo en este juego patético que me proponen.
He dejado por mucho tiempo que mis sentimientos gobiernen mi vida. Aunque siempre fue una decisión consciente porque pensé que era necesario decir y hacer lo que sentía, pero ahora creo que es mejor pensar antes de siquiera abrir la boca. Aunque me resisto a morir por dentro, a veces creo que es lo mejor para acabar con el sufrimiento y quizás cobrarme una que otra deuda, de esas que uno normalmente le deja a la vida para que se cumplan sus designios.
Pero es que en realidad hay quienes merecen ser castigados por su irresponsabilidad con los sentimientos ajenos. Si bien es cierto que el dejar de amar no es culpa de nadie, también lo es que quien así siente, debería estar en la obligación moral, en el deber civil de decir la verdad y dejar libre al otro, aunque quede tirado en media calle.
Dejar que el otro adivine no sólo es un error, sino un crimen, que insisto, merece castigo. Y así una vez cumplida la condena, el otro tenga al menos la satisfacción de volver a empezar en algún lado con los cadáveres de todas sus esperanzas amontonados en un rincón. Claro que en en mi caso esto ha sido toda una masacre.

Y si, sé que hay lugares amables esperándome, los he visto, y parte de mí quiere ir hacia allá, pero no todavía. Hay unas cuantas esperanzas vivas todavía!

(Escrito en 2010)

miércoles, 2 de agosto de 2023

Soltar

 

La vi meterse en la fila de Transmilenio y perderse en la multitud. La busqué con la mirada, mientras aminoraba el paso, pero recordé que ya es adulta y no pude ver a la niña blanquita y ojerosa, a la enferma e indefensa. Seguí  mi camino sin mirar atrás y tuve que tragarme el miedo y las lágrimas.

Update: dice que en este momento está en el Café Pushkin.