jueves, 21 de julio de 2011

Un día...


Soy una persona social, bastante social diría yo. Es más, mi papá dice que soy del tipo de persona que nunca dice que no a ninguna invitación (sé que hay quienes pueden, con conocimiento de causa, refutar esa afirmación). Sin embargo, tras mi salida de la "prestigiosa corporación" los amigos (cercanos y los que no lo han sido tanto) se han alejado. Era de esperarse, pero uno no lo espera de todas maneras.
Antes, el sonidito estúpido del messenger avisándome que alguien quería hablar conmigo era incesante. Tanto que me costaba concentrarme en el trabajo (quién sería el disfuncional que se inventó ese sonido). Si, yo sé, se le puede quitar...
Ahora, pasan horas, días enteros sin que la bendita ventanita surja de su rincón.
Es increíble, cómo se puede llegar a estar tan virtualmente solo y tan solo virtualmente.
Pero hoy fue un día particularmente solitario. Me he pasado los últimos 4 años de mi vida luchando por una independencia que aun no logro. He cazado peleas con mi familia por no ser lo que esperan y por enarbolar mi bandera de la libertad bien en alto. Pero, esta lucha, con bastantes caídos, me ha dejado sola. Eso no era lo que yo quería, por el contrario, se suponía que eso me haría más fuerte y me abriría la puerta a las oportunidades. En fin, nada sale como uno lo espera.
Lo cierto, es que hoy me fumé medio paquete de cigarrillos asomada en la ventana, esperando. Solo llamó mi mamá. Agradecí mucho escuchar su voz, pero ella al otro lado de la línea tenía cosas que hacer, y colgó rápido. Ah, también llamó él, pero dijo que estaba en un día de "chocolate sol" y que hasta ese momento, las 5 de la tarde, había tenido tiempo para llamarme. ( Si, él que tiene todo bajo control. Es realmente fascinante su manera de vivir sin problemas imaginarios. Sólo un día a la vez).
Lo escuché con atención, más para identificar dónde estaba que por saber qué había hecho. Así que en vista de que mis amigos no aparecían, decidí esperar desde temprano a los niños. Faltando dos horas para que llegaran ya había preparado su merienda con todo detalle. Salí casi 20 minutos antes de lo usual a esperarlos, cuando por fin llegaron, estaban tan cansados que todas aquellas historias que ansiaba oír, sucumbieron ante el cansancio, y se fueron junto con ellos a la cama antes de las 8. Mis hijos que no se duermen antes de las 10. He entrado a sus cuartos, furtivamente, en más de cinco ocasiones, con la negra intención de despertarlos. Ni se mueven.
Entonces, de repente, me veo a mí misma merodeando por la casa como un gato y es extraña la sensación que me invade: es una mezcla de expectativa ( esperando quién sabe qué), con desesperanza y una pizca de rabia. Lo extraño no es la mezcla de sentimientos, lo extraño es que no me siento triste y, a veces, me hace falta la tristeza, al menos para llorar. Pero este estado de cosas amorfas es realmente exasperante. No saber qué va a pasar, no entender por qué pasan las cosas, es patético también. Afortunadamente, este día ya está por terminar. Ya veremos qué pasa mañana. Al menos es viernes y de seguro habrá alguna invitación a la cual, desde luego no diré que no.

P.D. Son la 12 y 19 minutos de la madrugada, y por fin la ventanita saltó y el sonido me asustó. Era mi amiga, esa que siempre sabe qué decir en el momento indicado, me alegró saber de ella. Es viernes, hoy pinta mucho mejor...