martes, 18 de enero de 2011

Le devuelvo al ser amado...




Soy de eses tipo de personas al que la gente busca para desahogarse. Por alguna razón, tengo ese extraño aspecto de oreja gigante, dispuesta siempre a escuchar a los más tristes y desdichados. Escucho con paciencia, con respeto, sin hacer gestos. Bueno, no podría porque soy una oreja gigante.

Aunque sí los hago, es más comento, opino y debato. Averiguar la vida de los demás no es difícil para mí. En una fila, en un restaurante, en el baño, resulto teniendo conversaciones trascendentales sobre la existencia de los otros, opinando de manera acertadisima y dando consejos al mejor estilo de Mujeres en línea.

Gracias a esta, “habilidad” veo cómo los rostros grises de mis interlocutores se llenan de luz y esperanza, de fuerzas renovadas para ir por su ser amado o en el mejor de los casos, por su autoestima hecha pedazos.

Me sé de memoria todos los manuales de “Cómo hacer que tu ex regrese en 10 pasos”, “Por qué los hombres aman a las cabronas” o “ Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte”; sin embargo, soy incapaz de aplicar mis propias reglas.

Y es que lo bueno de todo esto es que aprendo mucho de la gente y sus situaciones, pero no tengo la suficiente madurez como para aplicar lo que escucho y,como diría mi mamá, “experimentar por cabeza ajena”.

Hace poco conocí a alguien. Me pareció interesante, pensé que le gustaba, empezamos a charlar, y poco a poco nos fuimos conociendo. Tras un par de días hablando efusivamente, de encontrar gustos en común, de entender lo sorprendentemente parecidos que éramos, y justo cuando el tema se ponía tan interesante que no podía dejar de pensar en qué momento me iba a pedir que saliéramos...

Empezó a contarme su triste y épica historia de amor, llena de tardes sentado esperando el regreso de su amada y noches sin dormir. Me contó de su dolor; de lo mucho que la extraña; de lo que diera por devolver el tiempo; de los grandes cambios que haría si tan sólo tuviera una oportunidad... en fin. así pasaron varias horas, de charla sobre la mujer más maravillosa sobre la faz de la tierra para este pobre ser humano. Lo escuché entre pasmada y malhumorada, de repente, me invadió como un corrientazo por la espalda, ese extraño sentimiento de privada lástima, no por él, sino por mí misma que no duró más de cinco minutos y que antecedieron a la muerte de cualquier asomo de interés de mi parte hacia tan desdichado, solitario y bien dotado muchacho.
Sin embargo, no tuve corazón para seguir viéndolo sufrir así, entonces empecé a sacar uno a uno mis tips para devolverle al ser amado.

Ya lo decidí, a la próxima, me ahorro el aburrimiento del preámbulo y cobro por la consulta.