lunes, 8 de noviembre de 2010

Cuando uno vive lejos de todo...


Llevo más de la mitad de mi vida habitando en un barrio de calles estrechas atiborradas de niños y de perros.
Todas las mañanas salen niñitos en manada para la escuela, peinaditos de cualquier manera y con la carita escasamente lavada, todavía con lagañas.
Es que barrio pobre que se respete está lleno de culicagaditos alimentados a punta de aguapanela, mocosos y rucios de andar al sol y al agua sin que les de ni una gripa. Son peladitos berracos que juegan fútbol, hacen mandados y le ayudan a la mamá. Porque por allá, poco se sabe de los papás. La madres cabeza de familia son como una enfermedad que se transmite de madre a hija.

Y las docenas de perros que hacen de las calles un cagadero peor del que ya son y que lo obligan a uno a pisar con cuidado.

Crecí con la alegre resignación que se me grabó en la memoria, con el constante discurso agradecido de mi mamá: “por lo menos tenemos casa propia, aunque sea en el sur”. Por eso sigo viviendo allá. Porque la vida me llevó lejos, pero me puso allá de nuevo. Volví en busca de alivio. Encontré caras conocidas con las mismas luchas y los mismos pesares, pero con las mismas ganas de salir adelante y “conseguir las cositas” sin ser traqueto o político. O como dicen los vendedores de bus “ sin quitarle nada a nadie”.
Es que ser del sur se nota, aunque pasen los años y la vida cambie. Aunque uno gane billete y se vista fino. Se nota que uno es criado en el sur.

Se nota en la forma de andar por la calle, uno sabe quién es quién. Se nota en la forma de luchar en la vida, uno sabe que si ha llegado a algún lado es por berraco y no por palanca. Se nota en la forma de mirar los retos, con respeto pero sin miedo. Se nota en cada logro, cuando a uno se siente orgulloso de lo que ha hecho, pero no se le olvida de dónde viene.

Yo vivo en el sur, y me aguanto dos horas sentada en un bus para llegar a mi trabajo. Bueno, siempre son dos horas para donde sea, es lejos el condenado sur. Ya no reniego de la distancia. Solucioné esa rabia de vivir en “el otro extremo” oyendo música y pensando maricadas.
En mi trayecto de todas las mañanas hago y deshago planes, discursos y propósitos, duermo, compro y peleo. Hoy por ejemplo, lloré y me alcanzó el tiempo para sentir lástima por mí misma, llorar a moco tendido, limpiarme, esperar a que se me deshincharan los ojos y volverme a maquillar. Cuando llegué a mi trabajo ( a las 10 de la mañana) ya estaba tranquila y lista para seguir una jornada que empecé cinco horas atrás y que ya a esa hora de la mañana me pesaba sobre los hombros, pero así nos toca a los que vivimos en el sur, duro pero sin quejas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Mi Principe de Las Mareas



A veces calmado, otras tormentoso e inaccesible, pero siempre, maravilloso, como el mar. Así es mi Principe de las mareas. Mi hijo mayor.
Soy como los marineros curtidos, que sabe cuándo es el momento adecuado para enfrentar las olas que hacen de la personalidad de ese pequeño algo realmente fascinante!

De Alien a Principe...


Era martes. La lluvía caia incesantemente y los rayos iluminaban todo el quirófano. Yo sólo podía concentrarme en el dolor y traté en vano de controlarlo.
Recuerdo el revuelo de gente desconocida con batas blancas que iban y venian y el sonido metálico de utensilios, como de cocina.

Sin embargo, había momentos de lucidez.

Tras 18 horas de "trabajo de parto" (qué mierdas es eso del trabajo de parto), que fueron horas de dolor solitario sin saber qué me pasaba y en las que me cansé de ver nacer uno tras otro, como en serie, los bebés de otras mujeres. Y el mio, nada.
Cuando por fin decidió el momento de nacer, escogió una tarde lluviosa con tormeta eléctrica.
De eso hace más de once años. Con lucidez recuerdo la enfermera gigantezca que oprimió mi panza para obligarlo a salir. Recuerdo a alguien sosteniendolo en alto y diciendo: !mire a su niño!.
Pero lo que jamás olvidaré, será la forma triangular de su cabecita, era horrible! Era justo como la de los aliens de las tiras cómicas.
y de repente el ruido cesó, la lluvia paró y vino a mí una idea que sólo me atrevo a confesar ahora:

Pense, por Dios, qué irá a decir el papá!!

viernes, 22 de enero de 2010

"Tengo una vida sentimental complicada" Tomado del Blog "Diario de una Catik"

Me estrechó entre sus musculosos brazos, cálidos y suaves, apretándome dulce e intensamente contra él mientras yo sentía un placer infinito y me embistió potente una vez más en un estertor final. Gimió y se estremeció en un frenesí glorioso mientras yo jadeaba muy excitada. Una vez en calma, volvió a abrazarme con ardor apasionado pidiéndome suplicante que le besara en la boca. Lo hice, lengua inquieta y desesperada contra lengua golosa y rastreadora, sumergidos en una activa lucha por encontrar de nuevo la luz del santo grial. La piel, humedecida y desnuda, contra la piel; el color y la belleza de ésta. Las formas, la saliva, los olores y la desnudez completa, perdido el sentido en medio de la calidez de la entrega amorosa y enfebrecida. Instinto y nada más.
La libertad.
Nos fundimos inconscientemente en un abrazo que nos unió en un solo bicho, el cual se durmió agazapado entre las páginas que componen, no una novela, sino una palabra: eternidad.
Oye – le dije un poco cohibida y cortada cuando hubimos terminado, aún entre los acogedores brazos y en la amplia cama de la preciosa habitación.
¿Qué? – me animó él cariñoso, acariciándome con ternura el cabello y preocupado al ver la expresión de mi rostro, creyendo quizás que le anunciaría algo que enturbiaría el momento pero no era eso. Vacilé y él volvió a acariciarme suavemente y me besó, como diciéndome que fuera lo que fuera, adelante, nada iba a pasar. Me lancé.
- Perdona ¿Cómo dijiste que te llamabas?

jueves, 21 de enero de 2010

Esa gente querida que está siempre


Y si, se llega el día en el que uno no se quiere levantar. El día en el que una parte del cerebro grita, ¡Por qué no me morí chiquito!; un día en el que no sale el sol. Y no sale por varios días. Y uno se pregunta qué caracoles fue lo que pasó, y se niega a creer y otra vez se quiere morir un poquito, aunque sea por un rato, de preferencia en posición fetal. Y entonces la red de apoyo aparece, esa red que se sostiene en la sabia hermana, en la amiga que está al otro lado del océano y en la que está por opción, porque así lo decidió. Ellas saben que no soy fácil, les provoca matarme a ratos, en otros les provoca echarse a llorar conmigo. Pero siempre están ahí, sin cuestionarme, sin juzgarme. Por ellas, estoy sobreaguando a una tempestad que no entiendo, por ellas me he dado cuenta que a veces las cosas no son como parecen, por ellas, he entendido que lo que realmente importa es lo que se tiene en el corazón.
Me he dado cuenta gracias a ellas, a sus palabras, a sus silencios, de que tener amigos es una bendición y una fortuna, una lotería. Hoy mi caos personal es el mismo, solo que sé que cuando mi cerebro diga, oiga no tiene ganas de morirse hoy? el resto de mi ser reaccione y diga: no sea pendeja, párese que hay que ir a trabajar!

miércoles, 6 de enero de 2010

Las avispas de mi mamá


Tras un golpe de suerte que la vida le debía, mi papá por fin pudo comprar su finca. O como dice el hermoso pasillo “una faja de tierra labrantía” en la que mi madre camina como reina y señora. Todos ese pequeño territorio hace parte de sus dominios. La casa brilla como un espejo y casi todos los bichos perdieron la lucha contra las mezclas de ácido bórico y naranja. Y digo casi, porque a excepción de las avispas de la entrada, hasta las hormigas se fueron.
Esas avispas, negritas y feitas dice ella...
Armada de químicos, polvos, esencias, venenos, les derriba el panal cada tanto, y ellas encontraban la manera de hacerlo de nuevo, a veces más arriba, a veces más abajo, pero siempre en la puerta de la entrada de la finca.
Un día encontré a mi madre silenciosa en su labor asesina... estaba aplicando una mezcla tóxica en la que ella considera la entrada al panal. Las avispas entonces, armaron otra vez su casa al atardecer.
Ayer la vi de nuevo, destruyendo el panal de los persistentes insectos y el pensamiento que vino a mi cabeza me hizo sonreir: ya veremos quién se cansa primero. Solo quienes conocen a Mery saben de qué hablo.