miércoles, 6 de enero de 2010

Las avispas de mi mamá


Tras un golpe de suerte que la vida le debía, mi papá por fin pudo comprar su finca. O como dice el hermoso pasillo “una faja de tierra labrantía” en la que mi madre camina como reina y señora. Todos ese pequeño territorio hace parte de sus dominios. La casa brilla como un espejo y casi todos los bichos perdieron la lucha contra las mezclas de ácido bórico y naranja. Y digo casi, porque a excepción de las avispas de la entrada, hasta las hormigas se fueron.
Esas avispas, negritas y feitas dice ella...
Armada de químicos, polvos, esencias, venenos, les derriba el panal cada tanto, y ellas encontraban la manera de hacerlo de nuevo, a veces más arriba, a veces más abajo, pero siempre en la puerta de la entrada de la finca.
Un día encontré a mi madre silenciosa en su labor asesina... estaba aplicando una mezcla tóxica en la que ella considera la entrada al panal. Las avispas entonces, armaron otra vez su casa al atardecer.
Ayer la vi de nuevo, destruyendo el panal de los persistentes insectos y el pensamiento que vino a mi cabeza me hizo sonreir: ya veremos quién se cansa primero. Solo quienes conocen a Mery saben de qué hablo.

1 comentario:

  1. Así son todas las mamás. Las mamás verdaderas, esas que merecen ese nombre.

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